Textos Políticos

Textos Políticos

Disponible en plataformas digitales desde el 28 de mayo de 2021.

Este disco fue editado por primera vez en México en el año 1980, en formato vinilo, por Discos Fotón (LPF-030), en dos versiones, una de tapa simple y otra de tapa doble. Esta última incluía un librillo con un extenso texto (que se reproduce más abajo) en el que Zitarrosa explica cada una de las 10 canciones, para "mejor explicitar la relación dialéctica entre estas canciones y la realidad que les dio origen".

Textos Políticos fue editado por primera vez en Uruguay en el año 2004, en Disco Compacto (con algunos cambios que se detallan más abajo), por el Archivo Zitarrosa, Mandinga & Ayuí/Tacuabé (Serie de los pájaros pintados A/E 271 CD). Ese mismo año fue editado en Argentina en edición única distribuida por Página/12.


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TEMAS:

1. Mire amigo. 2:26
Letra y música: Alfredo Zitarrosa

2. Milonga cañera. 2:37
Letra y música: Alfredo Zitarrosa

3. No se puede. 3:44
Letra y música: Alfredo Zitarrosa

4. Chamarrita de los milicos. 3:48
Letra y música: Alfredo Zitarrosa

5. Milonga de contrapunto. 11:10
Letra y música: Alfredo Zitarrosa

6. Diez décimas de autocrítica. 3:53
Letra y música: Alfredo Zitarrosa

7. La canción quiere. 3:38
Letra y música: Alfredo Zitarrosa

8. Diez décimas de saludo al público argentino. 5:49
Letra y música: Alfredo Zitarrosa

9. Adagio en mi país. 5:28
Letra y música: Alfredo Zitarrosa

10. Desde el exilio. 4:57
Letra: Alfredo Zitarrosa
Música: Naldo Labrín


FICHA TÉCNICA:

Portada original: Carlos Palleiro.

Fotografías de contratapa de la edición de México, 1980: Víctor Ortiz.

Diseño de la edición de Uruguay, 2004: Aldo Podestá, con aportes de Serena Zitarrosa y Martín Monteiro.

Primera edición: Fotón LPF-030, México, 1980. Producción: Modesto López.

Segunda edición (primera en Uruguay): Archivo Zitarrosa, Mandinga & Ayuí/Tacuabé, Uruguay, 2004.

Coordinación y documentación (2004): Martín Monteiro.

Digitalización y masterizado (2004): Jorge Iglesias, en estudio propio, Montevideo, en abril del 2001 (tema 4), junio de 1998 (temas 5 y 6) y julio de 1999 (temas restantes). Masterizado realizado entre el 1 y el 10 de marzo del 2004.

Grabaciones originales:
1: Estudio Musigrama, Madrid (1979)
2, 3, 8 y 10: Estudio Publiservicios, Ciudad de México (1979-1980)
4: Estudio de Radio Educación, Ciudad de México (1977)
5 y 6: Estudio Eco, Montevideo, Uruguay. (1971 y 1972 respectivamente)
7: No existe documentación precisa, pero presumiblemente fue realizada en Buenos Aires (1976)
9: Auditorio Nacional, Ciudad de México (1977)

Textos: Alfredo Zitarrosa.
Música: Alfredo Zitarrosa, excepto (10), música de Naldo Labrín.
Arreglos: Alfredo Zitarrosa, excepto (9), arreglos de Naldo Labrín y Carlos Díaz "Caíto".

Guitarristas:
4: Naldo Labrín, Carlos Díaz "Caíto" y Alfredo Zitarrosa.
5: Alfredo Zitarrosa, Hilario Pérez (guitarra y voz)
6 y 7: Nelson Olivera, Ciro Pérez y Vicente Correa
9: Naldo Labrín, Carlos Díaz "Caíto", Julio Amaya y Dioni Velázquez
10: Naldo Labrín

En los demás temas (1, 2, 3 y 8) participan (sin referencia exacta de orden, por falta de documentación) los siguientes guitarristas: Antonio Aboytes, Jorge Buenfil, Carlos Díaz "Caíto", Jaime Guarneros, Manuel Guarneros, Naldo Labrín, Dioni Velázquez y Alfredo Zitarrosa.

Participan además, como voces al final de 3: Nancy Marino, Naldo Labrín y Ruben Yáñez.



ZITARROSA EN EL EXILIO
(presentación de la edición del 2004, por Martín Monteiro)

“Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.”
Gabriel Celaya

    El presente disco fue producido en México en el año 1980 como trabajo militante de Alfredo Zitarrosa en pleno exilio. Es una selección de temas organizados por él mismo en orden cronológico y editados en ese mismo país por el sello Fotón. Desde aquel entonces no se ha vuelto a publicar. Todas las versiones aquí ofrecidas son únicas, desconocidas aquí en Uruguay e incluso algunas de las obras son absolutamente inéditas, como es el caso de la “Milonga cañera” o del recitado “Desde el exilio”. Otras simplemente resultan imposibles de conseguir, como la “Milonga de contrapunto” y  las “Diez décimas de autocrítica” que fueran editadas en nuestro país en discos sencillos, para finanzas del Frente Amplio en los años ‘71 y ’72 respectivamente (y cuyas portadas pueden apreciarse en los reversos de tapa y contratapa de este librillo). Mención especial merece la “Chamarrita de los milicos”. Esta tuvo tres versiones diferentes: la original grabada dos veces, con acordeón (en el ‘70) y sin acordeón (en el ‘73); la versión de Chile, cantada en vivo (el 30 de junio del ‘73 en el estadio Chile de Santiago) al día siguiente del “tancazo”, cuando el ejército chileno aún permanecía fiel al gobierno socialista de Salvador Allende, todavía inédita; y finalmente la tercera versión, más extraña aún, casi improvisada para una entrevista efectuada por Pilar Orraca en Radio Educación de México en julio del ’77, y jamás vuelta a ejecutar. Esta última es la que se ofrece en este disco, a cambio de la versión original con acordeón, que no puede incluirse por estar sus derechos de edición en propiedad de una empresa multinacional. Lo cierto es que la versión aquí ofrecida es tanto más interesante que la original, no solo por ser totalmente desconocida y única (ya que solamente fue escuchada por los oyentes mexicanos que eventualmente sintonizaron su radio justo ese día y a esa hora), sino porque además los cambios en la letra, al final de la canción, aportan -presumiblemente- un pequeño ingrediente más a lo que representa esta propuesta de compromiso político de Zitarrosa, especialmente en el exilio.

    Es gracias al trabajo de muchas personas, que hoy se reedita este disco por primera vez en compacto y, lo que es más importante, por primera vez en Uruguay, cuando se cumplen exactamente 20 años de aquel triunfal regreso de Alfredo Zitarrosa de su exilio, el 31 de marzo de 1984. Esta fecha marca un hito en su itinerario personal, pero por cierto también marca un hito en la historia del canto popular uruguayo y hasta de la militancia política del Frente Amplio, el abrazo simbólico del pueblo y su canción, el silencio acabado, la esperanza renovada, el regreso del compañero, el final de tanta soledad. El reencuentro fue un emocionado abrazo entre lágrimas de alegría, un gran abrazo de horas, porque además quien volvía no era uno más. Zitarrosa ya se había convertido desde hacía tiempo, en símbolo del cantor políticamente coherente y comprometido. Sin duda uno de los rasgos sobresalientes en la actitud artística y humana de Alfredo Zitarrosa, antes, durante y después de su exilio. Ocho años antes había tomado la decisión de exiliarse, el 9 de febrero de 1976, cuando la situación era ya completamente insostenible, entendiendo que a partir de ese momento era más útil luchando por su país desde fuera, que quedándose en un esfuerzo tan riesgoso como estéril en la tierra que nunca hubiera imaginado abandonar. El desgarrador exilio por el desarraigo, por la impotencia de la obligada privación de su terruño, que lo lanzaba a la soledad de un mundo ajeno, puso en crisis al creador. Sin embargo nunca pudo detenerlo. Así es que jamás abandonó su tarea, su compromiso ineludible de fidelidad a su gente, a sus hermanos, y siguió diciendo, cantando, denunciando expresamente lo que pasaba en su tierra, en cada escenario, en toda entrevista.

    Y ese fue su compromiso con la cultura, y a través de su arte fue compromiso puesto en la vida, en la libertad, en la justicia. "Lo que queremos es una humanidad justa, una sociedad de hombres dignos de ser hombres entre los hombres. Es decir, en la que haya auténtica justicia, igualdad, incluso en el sentido cristiano; yo pienso en eso. La revolución es un acto de amor a la justicia, de amor al hombre, a la verdad, a la sociedad humana." [Alfredo Zitarrosa en Revista Éxodo, Guadalajara, Jalisco, México, 10 de mayo de 1979.]

    Así su canción toda, su voz, su poesía, estuvo al servicio de las causas de su pueblo, pero jamás neutral, jamás desentendido de su realidad. Siempre tomando partido, siempre. Porque sabía, y más que saber vivía y sufría por dentro, desde muy antes de la propia dictadura, que la responsabilidad del hombre público solo vale si es para servir a los más humildes y que a él como cantor le tocaba no callarse. Cantar por las mismas injusticias que eran razón de su desvelo: "porque hay tanto campo, vidalitay / tanta gente pobre." ("La desvelada"). Sentía hondamente la responsabilidad que sorpresivamente le había tocado, y la asumió con entrega y generosidad constante, en su pluma, en su canto, para iluminar con su vuelo a los humillados de esta tierra. Esta vez el humillado era todo su pueblo oriental, sometido a tinieblas desde junio del ‘73. Pero ese profundo invierno tenía su prólogo en la década del 60 y tuvo, tiene todavía, un epílogo tan largo que aún no acaba de terminar. Pero tal como marca su conmovedor adagio, que al mismo tiempo que denuncia es canto de esperanza, himno de fe en el futuro que ya llega, podemos cantar hoy con él, con mayor certeza que nunca: “En mi país / brillará / yo lo sé, / el sol del Pueblo / arderá / nuevamente / alumbrando mi tierra!” ("Adagio en mi país")

Martín Monteiro
por Archivo Zitarrosa
31 de marzo de 2004



ALFREDO ZITARROSA
TEXTOS POLITICOS / 20 AÑOS DE COMPROMISO
(Texto de Alfredo Zitarrosa, de la edición original de 1980)

    La aparición de este disco en circuitos comerciales no estaba prevista. Figuran aquí temas inéditos, copias de grabaciones que se hicieron en Uruguay como aporte financiero al Frente Amplio (cuyos discos son inhallables hoy) y otros que fueron cedidos por sus respectivos propietarios editoriales para esta entrega de Fotón. No puede considerarse esta selección como una antología, porque a partir de diferentes factores (entre ellos la existencia de contratos inhibitorios con otras empresas), faltan muchas cosas aquí. Pero en cambio estos diez temas, ordenados por primera vez correlativamente y puestos en audición uno tras otro, tienen el interés de revelar cuál ha sido y cómo se produjo el desarrollo de una determinada convicción (o conciencia) política en un contexto social concreto, el Uruguay de los últimos veinte años.

    Se trata además de que esta selección aporte algún elemento a la consideración del papel que le toca desempeñar a la canción popular en el proceso de liberación de nuestros pueblos. Si “política” es “propuesta y conducción”, estos textos y canciones deben considerarse una recopilación de fracasos; si en cambio fuese “participación y compromiso”, entonces han cumplido su papel en el quehacer y la lucha consecuente de los trabajadores organizados, incluidos nosotros los que cantamos.

    No debe descuidarse, además, que como profesional de la canción vivo de ella y muchas veces he de asumir la profesión como autor y como militante, a la vista de que, en toda circunstancia, estas canciones fueron y son “mercancía”. Tal vez por ingenuidad o por inmadurez política, este asunto fue una preocupación permanente para mí y siempre quise sustraerme lo más posible a los efectos de esta realidad inevitable en el capitalismo.

    Para mejor explicitar la relación dialéctica entre estas canciones y la realidad que les dio origen, se acompaña el siguiente texto, que tal vez resulte de interés.


1960 “MIRE AMIGO”

    El Uruguay es un país con poco más de un siglo y medio de existencia como nación independiente. Prácticamente desde el comienzo mismo de nuestra vida institucional, el acontecer político estuvo enmarcado en la lucha por el poder de dos grandes partidos, el “blanco” y el “colorado”. Aunque en los hechos y a partir de la Constitución de 1830, que (naturalmente) consagra la propiedad privada como “Sagrado Inviolable”, en la tenencia de tierras y negocios el verdadero “poder” fue compartido siempre, en 1960 gobernaban los “blancos” por primera vez después de noventa años de vivir “en el llano” como opositores leales. Sintomáticamente, el Presidente del Consejo de Gobierno, “colorado” hasta poco antes, que había apoyado la candidatura de Luis Batlle Berres en las elecciones del 54, encabezando su propia “Liga de Acción Ruralista” había dado el triunfo a los “blancos” en 1958, como adláter de Luis Alberto de Herrera. El lejano y carismático caudillo nacionalista (blanco) apenas sobrevivió algunas semanas a la toma del mando (falleció el 8 de abril de 1959), pero Benito Nardone (alias “Chicotazo”), su flamante subalterno, a la sazón jefe del Ejecutivo Nacional, pasaría a la historia como “el Fundador del Anticomunismo en el Uruguay” (hay una placa en su panteón que así lo acredita, para que las generaciones sucesivas lo recuerden).

    No obstante, el año de 1960, y a casi un siglo de la creación de la Sociedad Tipográfica Montevideana (primera agremiación obrera de nuestra historia), marca el momento en que el sindicalismo uruguayo se convierte en el eje de la resistencia nacional contra el neocolonialismo Fondomonetarista. Poco antes, en 1958 y en las postrimerías del último gobierno “colorado”, el vicepresidente norteamericano Richard Nixon había visitado el Uruguay; una de las consecuencias visibles de esta visita lo habían sido una ley famosa (la 480: convenio para la importación de excedentes agrícolas) y la devaluación simultánea de la moneda nacional en casi un cien por ciento. Para no estar por debajo de su responsabilidad, recién llegados al Gobierno, los “blancos” se apresuran a firmar la primera carta de intención con el F.M.I. y paralelamente promulgaron una Ley de Reforma Cambiaria y Monetaria, cuya aprobación fue planteada como “asunto político”. En la ciudad de Montevideo comenzó a faltar el pan (los molinos suspendieron sus entregas de harina), se desencadenaron huelgas a nivel nacional de trabajadores y funcionarios municipales, cerveceros, textiles, trabajadores de la carne, gráficos y periodistas, tabacaleros, de salud pública, de la construcción, de la enseñanza, etcétera. Y es que si la respuesta obrera no se hizo esperar, tampoco faltaron al reclamo los mismísimos “militares subalternos” que comenzaron a movilizarse gremialmente en demanda de mejores salarios.

    Para no quedar él tampoco por debajo de su responsabilidad, en este panorama viajó entonces al Uruguay el propio Presidente norteamericano, Dwight Eisenhower. Yo trabajaba de locutor, militaba en el sindicato de radiotelefónicos, escribía versos y mantenía una profunda amistad con el poeta simbolista Don Vicente Basso Maglio, viejo anarquista, que por esa época tenía a su cargo los comentarios editoriales de Radio “El Espectador”. Con él, desde los balcones de la radio, que daban a la principal avenida, veíamos pasar las manifestaciones de obreros y estudiantes; la militancia de la FAU (Federación Anarquista Uruguaya) lo saludaba y yo, que a veces leía el editorial en el micrófono, me sentía un poco saludado también. La clase obrera uruguaya había convocado el Congreso Constituyente de la Central Única y mientras los blancos transferían el ingreso nacional al sector agropecuario en perjuicio de la industria (que habían defendido siempre los “colorados”), el país se preparaba para enfrentar la crisis social y política más honda de su vida institucional.

“Mire Amigo” fue escrita para un amigo cantor que vivía en la ciudad argentina de Córdoba. Allá me fui yo, en marzo de 1960, con la canción recién hecha. No fue sino dos años más tarde (1962, en el Perú), cuando la canté yo mismo por primera vez, inaugurando una nueva profesión por haberme quedado sin trabajo.


1962 “MILONGA CAÑERA”

    Escribo estas notas en 1980 y verdaderamente no sé qué valor podrán tener para el lector interesado, porque no soy un político. Pero este disco está destinado al mercado internacional y a mis cuarenta años, como uruguayo he comprendido que el proyecto de Revolución Nacional, más o menos socializante, más o menos coyuntural o “moderno” pasa por todas las tiendas políticas y lleva eso varias décadas. No se pueden omitir, en este sentido, las profundas reformas institucionales de José Batlle y Ordoñez, forjador del Uruguay demoliberal que fue, ni el combativo, sí que vernáculo, hedónico “nacionalismo” de Luis Alberto de Herrera, que además fue antimperialista. Pero la edad de mi canción popular es la edad de la Revolución Cubana y éste no es un hecho cualquiera en la historia de América Latina.

    Los destinos de nuestro pueblo y de nuestro país, como los de todas las naciones latinoamericanas (con excepción de Cuba, desde hace veinte años), más o menos equívoca o groseramente, estuvieron atados a los designios de los Estados Unidos de Norteamérica, en lo que va del siglo. Si el “Uruguay Batllista”[1] fue un ejemplo de autodeterminación, un modelo de desarrollo que nos categorizó como país “avanzado” en buena parte de la primera mitad de esta centuria, el propio esquema socioeconómico de José Batlle era claramente “Georgista” y tuvo en el filósofo Carlos Vaz Ferreira su más brillante apologista local. Pero para no abundar sobre esta concepción de la tenencia de la tierra, que sí fue buena para los Estados Unidos, en Uruguay cayó en un olvido tan denso como el que envuelve –hoy todavía- al Plan Agrario Artiguista [2], digamos que, después de la Revolución Cubana, tal como quedan consignadas en el comentario anterior las visitas de Nixon y Eisenhower, también llegaron al Uruguay el comandante Fidel Castro y el comandante Ernesto Guevara. Castro fue recibido con honores por el Consejo N. de Gobierno, en mayo de 1959 y el “Che” participó como Ministro de Economía en la conferencia de la CIES (la que echó a andar la “Alianza para el Progreso”) en agosto de 1961.

    Ya por entonces, desaparecido Herrera, muy cercano a su muerte el último caudillo “colorado”, Luis Batlle Berres, el Uruguay liberal se encaminaba a su extinción completa y se perfilaban los reagrupamientos políticos que hoy todavía están en proceso. Por su parte, la clase trabajadora continuaba afianzando una Unidad, que además de pasar por la solidaridad y el diálogo fluido con la FEUU (Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay) y la propia Universidad, proponía claramente alinear al sindicalismo en la lucha por un cambio de las estructuras económicas del país (llamamiento de la C.T.U., 1960, que culmina con su primer Congreso Ordinario de 1963). Los asalariados rurales también participaban. Secularmente “olvidados” por la dirigencia capitalina, dispersos y en cierto modo aislados en los confines de un país de latifundios, fundamentalmente ganadero, en 1957 los arroceros y los peones de tambo, los remolacheros en 1958 y en 1962 los cañeros, habían irrumpido en la vida nacional con voz propia. Especialmente los cañeros. En este año de 1962 se produce su primera marcha “por la tierra y por Sendic”. Llegaron desde el lejano departamento de Artigas, andando, con sus familias, y “acamparon” en los jardines del Palacio Legislativo. Posteriormente la policía los obligó a recluirse en un predio sindical. En esta primera marcha de los cañeros sobre Montevideo oía yo sonar los acordes que estaban faltando en la gran sinfonía del trabajo y la revolución inevitable.

    El movimiento cañero, cuyo sindicato (UTAA) rompería con la CSU (Confederación Sindical del Uruguay; “amarillos”) para integrarse a la CTU (Central de Trabajadores del Uruguay, hoy CNT; la CSU desapareció definitivamente al constituirse la Convención Nacional de Trabajadores), con el tiempo lograría la más importante de sus reivindicaciones inmediatas (expropiación del latifundio Silva y Rosas) y aquella voz poderosa que habían alzado, preanuncio de tormenta, se moderaría en el conjunto de los reclamos generales de la clase obrera.

    Pensando en llegar a Cuba por mis propios medios, en este año de 1962 (había muerto Don Vicente Basso y a raíz de una “carta abierta” publicada en “Marcha” sobre las circunstancias de su desaparición, me habían despedido de la radio) me fui al Perú. No llegué a Cuba. Regresé al Uruguay en 1964. La “Milonga cañera”, fue la respuesta espontánea a un relámpago percibido, y nunca se grabó hasta ahora. La canté para la gente de UTAA en sus concentraciones de Montevideo, en 1962 y 1964 (segunda marcha “por la tierra”) y eso fue pocas veces.


1969 “NO SE PUEDE”

    Hay un grupo bastante numeroso de canciones más o menos políticas, comprometidas o testimoniales, que no están en este disco, especialmente las que se ubican entre los años 1962 y 1969; algunas de ellas fueron compuestas entre esos años (“La desvelada”, “Doña Soledad”, “Señorita erre”, “A vos, Patria”, Nene patudo”), otras, de otros autores, o sólo parcialmente fueron grabadas en este período (“De la lucha”, “La ley es tela de araña”, “Juan Copete”, “Milonga de las patriadas”, “El Camba”, “El Taipero”, “Coplas al compadre Juan Miguel”, “Vea Patrón”, “Pobre Joaquín”, etcétera) y todas ellas, claro, formando parte de entregas discográficas más amplias o heterogéneas. Aquí no podríamos incluirlas –se necesitaría otro disco- y además ninguna de ellas reviste la intencionalidad de esta polca. “No se puede” se regrabó para esta selección, con tres guitarristas mexicanos y una introducción nueva [3]; además modifiqué el final: donde antes sonaban las guitarras bromeando sobre la metralla, incluimos dos diálogos cruzados acerca de la polémica política de esos años en nuestro país.

    Naturalmente no se pueden resumir aquí, todos los hechos importantes acontecidos en el Uruguay durante este largo período; pero en líneas generales fueron los siguientes: hubo dos cambios de gobierno, en 1963 y en 1967. En 1963, los “blancos” habían logrado renovar su opción por cuatro años más, y culminado su segundo mandato, habían retornado al poder los “colorados”, a favor de una Reforma Constitucional que abolía al Gobierno Colegiado y otorgaba facultades excepcionales al Presidente de la República. El Ejecutivo Colegiado era la última institución política sobreviviente del viejo “Batllismo” y con su desaparición se puede afirmar que esa corriente renovadora del “coloradismo” fue sepultada definitivamente. Poco antes (en 1964) había dejado de existir el ya mencionado expresidente Luis Batlle Berres (sobrino del fundador de su partido) y el propio candidato “colorado” electo en 1966 (quien a pesar de sus nuevas atribuciones había anunciado una gestión presidencial “sin prepotencia”), no alcanzaría a gobernar un año. Con la desaparición del general Oscar Gestido, acontecida el 7 de diciembre de 1967, también se extinguió para siempre la esperanza de volver al “viejo Uruguay”. En lugar de Gestido asumió constitucionalmente su “vice”, Jorge Pacheco Areco, cuya primera medida de gobierno fue la disolución de tres agrupaciones políticas de izquierda, el Partido Socialista, la Federación Anarquista y el Movimiento Revolucionario Oriental. Pero serán necesarias otras precisiones acerca del mandato de Pacheco Areco y ellas irán en las notas siguientes (temas 4 y 5).

    No hay espacio para una reseña siquiera esquemática de nuestro acontecer cultural de este período. Pero vale decir que aparte los dos campeonatos mundiales conquistados por el Club Peñarol de Futbol, la década de los sesenta enmarca sucesos tan importantes como el surgimiento impetuoso de una industria editorial propiamente uruguaya (ediciones masivas de Onetti, Hernández, Amorín, Benedetti, etcétera), el florecimiento de una actividad teatral “independiente” realmente inusitada, la conquista definitiva del mercado local para la música y la canción populares, etcétera. En cambio, y aun a costa de fatigar al lector, es indispensable señalar otros sucesos que van pautando enérgicamente las dimensiones de una crisis tan profunda que hoy, aún en la certeza de que el futuro nos pertenece (“¡Hay una luz puntual que nos espera!”, general Líber Seregni, 17 de marzo de 1972)  sigue sacudiendo a la sociedad uruguaya con los espasmos de la fiebre fascista.

    El año de 1963 marca el inicio de la insurgencia Tupamara, con el asalto y robo de armas al Club de Tiro Suizo, en una ciudad del interior del país. La importancia de la guerrilla urbana (y más tarde suburbana) en la vida del Uruguay, es de sobra conocida a nivel internacional. Secuestros y “expropiaciones”, fugas carcelarias espectaculares, “advertencias” al Poder instituido mediante atentados, “ejecuciones” sumarias, aun la toma de una ciudad completa, jalonan la trayectoria local del MLN, el cual, se mire desde donde se mire, señaliza con caracteres inconfundibles la vida política del país, a lo largo de una década.

    Pero en el Uruguay –y aunque especialmente en el exterior así se dijese- no había sólo MLN y esto merece, también, un subrayado especial. En el año de 1966 (1º de octubre) y después de tres días de debate, la Central de Trabajadores del Uruguay se convierte en CNT (Convención Nacional de Trabajadores) y desde esa fecha en adelante, nada de los que acontece en el país es ajeno (ni lo será) al profundo contenido clasista de su Declaración de Principios y su Plan Nacional de Soluciones a la crisis [4]. Interlocutor obligatorio del gobierno, la CNT fue convocada al acuerdo por los “blancos” en 1965 [5] y por los “colorados” en 1968, sin resultados para la oligarquía.

    Aunque no faltaron excepciones (Wilson Ferreira Aldunate [6] presentó en 1963 un plan de Reforma Agraria que cayó en el olvido y acarreó su renuncia al Ministerio de Ganadería), los verdaderos “amos” de la nación, los dueños de la tierra, los bancos y la industria, habían abandonado el país a su suerte. Si un dólar valía once pesos en 1963, en 1968 valía doscientos cincuenta. La producción ganadera, base fundamental de la economía estaba estancada desde 1935, la deuda externa superaba los 350 dólares por habitante (el triple de las exportaciones de un año) y la tercera parte del tesoro nacional estaba enajenada en los Estados Unidos de Norteamérica. ¿Qué decir de la agitación social que generó una Administración tan desastrosa?

    Es necesario también, y por último, señalar que la organización creciente de la clase trabajadora y su peso equivalente en la sociedad uruguaya, no se había manifestado aún en el nivel político con la misma coherencia. En este sentido la CNT constituía un gran paso adelante, pero al auténtico Frente Popular, capaz de conquistar la Administración e imponer las soluciones que el país necesitaba, no estaba maduro. Los partidos de izquierda, que ya nucleaban también a algunos sectores disidentes de “blancos” y “colorados”, a partir del PS (Partido Socialista) y el PCU (Partido Comunista) respectivamente, constituían agrupaciones diferentes: Unión Popular (UP) y Frente Izquierda de Liberación (FIDEL), cuya primera confrontación electoral, reveló el mayor volumen de esta última. Recién en 1971 se llegaría a la creación del Frente Amplio (FA), cuya singular integración, el decidido apoyo de la juventud, la capacidad de sus cuadros y el prestigio de su líder, general Líber Seregni, constituiría una verdadera alternativa de poder.

    A partir de una primera copla [7], a mi juicio la más profunda, la polca “No se puede” intenta formular por el eufemismo el imperativo de Unidad necesaria, en 1968.


1970 “CHAMARRITA DE LOS MILICOS”

    La versión que se ofrece de esta chamarrita es la versión original [8]. Se copió de un disco pequeño, donde ocupa una cara (a la vuelta se puede oir la canción de Viglietti y Capagorry “Milico’e pueblo”). Fue escrita de un tirón en la mesa de un bar de Br. Artigas y 18 de Julio, el 27 de enero de 1970. Ese día había  nacido mi hija Carla Moriana y yo sentía que le estaba escribiendo al que no pudo ser su abuelo, mi padre adoptivo, Carlos Durán, quien siendo hijo de coronel “colorado”, había terminado de “milico” en los años 40. Pobres como éramos, yo recuerdo el gran revólver de mi padre, descargado, que él guardaba en un cajón del “trinchante”, después de quitarse “las correas”, cada noche o cada mañana, según las guardias. Las balas, siempre separadas, olían a todas las cosas que allí guardaba mamá. Yo no podía imaginarme de qué modo se abrían, ni qué demonios tendrían adentro que eran tan peligrosas. Pero eran, esas balas y ese revólver, el lujo subalterno de aquella humilde casa, una prenda del Estado –así me decían- que mi padre portaba como una penitencia no excenta de cierto orgullo vacilante. Carlos no era mi padre y yo lo sabía. Era muy viejo para ser mi mejor amigo, pero cuando ya viudo me pidió que no lo abandonara, sentí que más que mi padrastro era mi hermano, y lo acompañé hasta el final, y lo enterré, con la ayuda de sus sobrinos auténticos, después de rescatarlo, desnudo, de la morgue del Hospital Militar. Su ataúd sonó como un bramido al dar un tumbo en el fondo del Panteón Policial del Buceo.

    Si este recuerdo del único “padre” que tuve, así escrito, sirviese para algo, que sirva para recordarles a los “milicos” de hoy, que ni las visitas a los cuarteles del Presidente Pacheco en 1969 (cuando el Parlamento le preparaba un “juicio político”), ni su presunta candidatura que hoy le preparan el Pentágono y los mandos fascistas, serán mérito suficiente para bajar al Panteón de Artigas.

    Esta “chamarrita” fue modificada tres veces. Cuando la estrené hubo un tumulto en el tablado “El Arbolito”, en 1970. Con un final diferente también la canté en Chile, después del “tancazo”. Imborrables, y por siempre obrando en mi conciencia, ni la visión de las tropas leales a Allende, en Santiago, ni la voz de César Calvo en Cuzco, de madrugada, comunicándome “lo mataron”, en acongojante contraste, bastaron a borrar, hoy todavía, la certeza de nuestro destino. Líber Seregni también es un general de la Patria. Y más lo será cuando su pueblo lo rescate para el mañana de todos.



1971 “MILONGA DE CONTRAPUNTO”

    Este fue el último año de gobierno del ya mencionado Presidente Pacheco Areco, al presente embajador uruguayo en los Estados Unidos. Pacheco fue boxeador aficionado (tal vez aún lo sea), fue periodista y parlamentario, pero casi seguramente nunca soñó con llegar a Presidente de la República. Como ya se dijo, su acceso al gobierno se produjo al morir el general Gestido, electo en 1966. Su candidatura como “vice” se produjo después de haber sido rechazada ésta por otras figuras políticas. Tal fue el caso del líder de la lista 99, Zelmar Michelini, escindido del Batllismo, quien luego sería Ministro de Gestido, más tarde integraría el Frente Amplio y por último moriría asesinado en Buenos Aires, en 1976. Muy otra, como se ve, fue la “suerte” de Pacheco Areco.

    No obstante, le tocó gobernar en el período más álgido de la guerrilla Tupamara; su papel en el caso –así lo consignaba su foto insistente en los medios de difusión –fue “poner el pecho”; y también, como Presidente que fue, amurallado en “la casona de Suárez”, le toca la responsabilidad por las primeras víctimas inocentes de la represión policial desatada durante su mandato [9]. Gobernó casi permanentemente bajo “Medidas Prontas de Seguridad” o en “Estado de Sitio”. En síntesis, y por si –creyendo hacer un aporte de valor- no hubiera objetivado yo en su persona la razón de tanta violencia y corrupción como la que vivió Uruguay en esos años, dejando a un lado la pasión por la causa popular, me atrevo hoy a decir que, sin tener la menor idea de lo que era posible hacer, Jorge Pacheco fungió de presidente con abundante publicidad de caudillo, vestido de smocking y sin sonreir jamás, mientras el fascismo prosperaba en cónclaves secretos, la inflación corría a ritmo vertiginoso y la Asociación Rural soñaba con instituir como Programa Nacional el viejo sueño de Carlos Reyles [10] “...tomar en sus manos la lucha contra las componendas, para que una clase, la más conveniente para los intereses del país, depositaria de la Vida y marcada en la frente con el signo luminoso, ocupe los huecos dejados por los vencidos, por los superfluos, condenados juntamente con su prole a la perpetua derrota o a desaparecer sin legarle al mundo los tristes vástagos de la miseria y el dolor”. Porque “contra los viejos prejuicios espiritualistas, el oro es un purificador”. Perfectamente perplejo, estoy seguro, con los resultados de su mandato, después de postularse sin éxito para la reelección y habiendo puesto en manos del ejército la tarea de eliminar al MLN [11], Pacheco Areco voló directamente de la Casa Presidencial al aeropuerto, especialmente protegido, y de allí a Madrid, donde fue embajador hasta marzo de 1979. Su “continuador”, casualmente propietario de lo que fue la estancia (latifundio) de Carlos Reyles, “triunfó” en el interín, en unas elecciones irregulares, cuyo proceso y resultados fueron cuestionados por todos los partidos políticos excepto el suyo.

    Esta “milonga de contrapunto”, grabada en estudio y comercializada luego como aporte al FA fue cantada en todo el país, a lo largo de una gira de dos meses, previa a las elecciones, entre septiembre y noviembre de 1971.



1972 “DIEZ DÉCIMAS DE AUTOCRÍTICA”

    El 11 de marzo de 1972, invitado a cantar en un acto artístico de comité, estrenamos las “Décimas de autocrítica”. El FA había sido fundado un año antes, y con su participación en las elecciones de noviembre de 1971, quedó abierto un proceso inédito en la historia política de nuestros países latinoamericanos.

    Como queda dicho, en las elecciones mencionadas resultó “electo” el candidato continuista, con un 23 por ciento de los votos emitidos. El FA, por su parte y de acuerdo a las cifras oficiales (reveladas recién al cabo de varios meses) obtuvo un 20 por ciento de la votación. El nuevo gobierno llevaba tan sólo diez días de instalado y poco después pondría en vigor la “Ley de Seguridad Interna del Estado” que culminaría con el desmantelamiento del MLN, cuyos principales dirigentes fueron muertos o apresados. La represión, claro, no terminó allí, como que no estaba dirigida a “pacificar” el país, sino se encaminaba claramente al golpe de estado, que efectivamente acontece en junio de 1973. Algunas otras precisiones sobre este proceso acompañarán la presentación del tema 8 de este disco. Pero entre tanto y para explicitar la afirmación inicial, es decir que el FA, con un cadidato a la Presidencia de la República de origen castrense, formado a su vez en filas del “Batllismo” y plenamente respaldado por una organización y una militancia auténticamente representativas de los asalariados y las capas medias de la población, se integró (y en ello consiste su excepcionalidad) con TODOS los partidos políticos uruguayos, incluidos los sectores disidentes de “blancos” y “colorados”, alineados en un Programa concreto de 20 puntos. En sus filas se produjo por primera vez, además, la conciencia política objetiva de posiciones filosóficas mutuamente excluyentes como lo son el materialismo y el idealismo. Ni siquiera la Unidad Popular que llevó al gobierno a Salvador Allende en Chile, había revelado aún, en América Latina, la posibilidad de instalar un gobierno democrático con marxistas y cristianos.


1972 “LA CANCIÓN QUIERE”

    Entre esta canción y la anterior no median sino treinta días. Los hechos se suceden en forma acelerada en el Uruguay de estos meses. El 17 de abril, el allanamiento de un local seccional del Partido Comunista uruguayo, arrojó un saldo de ocho muertos. Luis Alberto Mendiola, Ruben Claudio López, Ricardo Walter González, José Ramón Abreu, José Washington Sena, Milton Fernández, Héctor Cervelli y Raul Gancio Mora, que se encontraban en el interior del edificio, conminados con megáfonos a desalojarlo con garantía de sus vidas y sin tener tiempo siquiera de identificarse (ninguno portaba armas, ni fue posible hallarlas en el local), fueron fusilados contra un muro de la vereda de enfrente, algunos, y otros, los más remisos, directamente acribillados mientras cruzaban la calle con los brazos en alto.

    Además de haber sido ésta una monstruosa provocación al PCU, del que posiblemente se esperó una reacción generalizada y violenta, para quien no lo hubiera percibido aún, quedó claro desde ese momento cuáles eran los verdaderos fines de la “Ley de Seguridad Interna”. La respuesta popular, una vez más, no se hizo esperar. Huelgas y manifestaciones, movilizaciones multitudinarias en la capital, del FA y la CNT, reclaman la dimisión de Bordaberry. Le represión aumenta y se extiende a todos los sectores; se producen nuevos asesinatos de obreros y presuntos “guerrilleros” localizados en allanamientos sistemáticos. La Fuerza Armada y la Policía “rastrillan” el país entero en busca de armas y “literatura subversiva”, cuya especie podía conceptuarse en el subrayado de un número en el directorio telefónico. Las detenciones arbitrarias se multiplican y el desconcierto, el miedo, la repulsa popular, crecen en forma incesante. La CNT vuelve a levantar su programa, cuando el salario ya a perdido casi el 50 por ciento de su valor real. Recién celebrada la Conferencia de Comandantes en Jefe de los Ejércitos Latinoamericanos (Caracas, febrero de 1973), preludio de tres golpes fascistas casi simultáneos en el cono sur, revelando una crisis profunda entre los propios militares, un grupo de oficiales uruguayos hace públicos unos documentos (comunicados 4 y 7) en los que se afirma que ellos “no serán el brazo armado de la oligarquía”. El propio Parlamento resultante de las elecciones que habían llevado a Bordaberry al “triunfo” electoral, en este panorama levanta el “Estado de Sitio”. Pero ya se había agotado el tiempo histórico de nuestra Democracia Parlamentaria. Respondiendo a las directivas impartidas en Caracas por el Imperio, con el apoyo del sector ultraderechista del ejército, Juan María Bordaberry disuelve las cámaras y se convierte en dictador, el 27 de junio de 1973.

    La Convención Nacional de Trabajadores responde instantáneamente con un aplastante Paro General con ocupación de los lugares de trabajo, cuyos quince días de heroica resistencia al mandato yanki-oligárquico, rescata para el país el apoyo político y de masas que de allí en adelante le faltó (y le sigue faltando) a la dictadura, a pesar de su progresivo edurecimiento. Yo estaba en Chile en esos días, y asistí en primera fila de platea al “Tancazo” contra Allende. ¿Quiénes estaban detrás de ambos procesos? ¿Hasta dónde eran independientes uno del otro? ¿Cuál de ambos regímenes neofascistas era (es) el más nefando? Aún a pesar de la proclamada –y ¿por qué no? bienvenida- defensa de los Derechos Humanos en el mundo, nada de lo que yo pueda decir aquí quedaría más allá o más acá de una sencilla verdad que pocos vacilan en admitir hoy por hoy, en todo el Continente. La “autodeterminación” de nuestros Pueblos es un asunto absolutamente intolerable para el imperialismo norteamericano. Y lo que “quieren” nuestros pueblos es lo que “quiere” la canción popular. Hasta allí precisamente llega mi personal militancia.


1973 “ADAGIO EN MI PAIS” [12]

    La capacidad de los institutos penitenciarios ha sido desbordada. Miles y miles de cuadros y dirigentes de la clase trabajadora se alojan como presos en el estadio Municipal de baloncesto de la ciudad de Montevideo y otros varios centenares en cuarteles y otras dependencias del ejército, en el interior y en la capital. De cada diez transeúntes, por lo menos uno es miembro de la policía política, del ejército o de algún “cuerpo especial”; uno de cada cinco vehículos es policial o militar. En un país de 2.700.000 habitantes, entre el gobierno de Pacheco Areco y la dictadura recién instalada, se ha impulsado o impuesto la emigración o el exilio de medio millón de personas; de los que quedan, uno de cada 35 es un preso político, y como señala un análisis estadístico posterior, no hay una sola familia uruguaya que no tenga un preso, un exiliado, un emigrado o un “desaparecido”. Decenas han muerto en la tortura. Se han cerrado diez periódicos de la oposición, se han disuelto la CNT y la FEUU, y para la puesta a punto y posterior mantenimiento del aparato represor, naturalmente a costa de los demás Presupuestos del Estado, los gastos de “Defensa” ascienden a casi el 60 por ciento (¡!) del total nacional. Las empresas han sido autorizadas por decreto para despedir a sus trabajadores sin causa ni motivo especiales y sin necesidad de pagar indemnización. El salario ha perdido ya el 60 por ciento de su poder adquisitivo y el Uruguay que ahora “muestra el más trágico problema de despoblación que conoce la historia moderna”, también “ha pasado a ser el que tiene la deuda externa más elevada del mundo por habitante”. [13]

    Esta es la situación a la que alude “Adagio en mi país”. Fue compuesta para un elenco femenino (el dúo Marga y Betty) que debía cantar en contrapunto el coro y el solo finales (me pidieron una canción para un “Festival” y finalmente desistieron). Yo no la consideraba apropiada para mi tesitura y me parecía inabordable también por su “extensión” de dos escalas. Finalmente la grabé en Buenos Aires para una entrega comercial y también para el Uruguay, donde apareció y fue requisada poco después. Con ella ingresé yo al mercado vecino, donde apareció encabezando un disco que el sello tituló “Zitarrosa en la Argentina”. Tal vez es la más conocida de mis canciones políticas.


1974 “DIEZ DÉCIMAS DE SALUDO AL PÚBLICO ARGENTINO”

    Las fechas, acontecimientos y nombres de personas e instituciones que quedan reseñadas en estas notas, revisten solamente el propósito de encuadrar los temas del disco, en el marco real de unos hechos acontecidos en un país concreto, en cuyo país y frente a cuyos hechos, mi canción jugó un papel bastante específico. Nada de lo que consigno aquí representa la opinión o el punto de vista de organización, partido o coalición política alguna. Y preciso consignar también que la necesaria generalización que impone este espacio disponible, también reviste la necesidad incómoda de ser tan objetivo como me resulte posible, a pesar de haber “jugado el partido”. Porque estas canciones y temas dijeron lo suyo en el contexto de otras muchas canciones de autores y cantantes, con las que fraternalmente disputaron. Y vale el término, porque esa “disputa” ocupaba la profunda dimensión de lo real, desde lo social y económico hasta lo estético, pasando por el rol político del producto cultural en nuestros tiempos.

    Y hay un aspecto que quiero subrayar, después de haber aludido a él en el “prólogo”: estos temas y canciones fueron y son (también ahora) “mercancía”. ¿Cómo descuidar –y más que eso-, de qué modo orillar la íntima relación que el capitalismo determina, entre el “valor de mercado” y el “valor ideológico” (para no hablar del propiamente “estético”) de nuestras canciones? En este sentido, y por si no faltaran aquí, también, muchísimos otros datos y referencias de lo acontecido en nuestro país entre estos años, también debo resignarme a omitir la mención de numerosas y muy diferentes otras obras e intérpretes –casi todos exiliados como yo- cuya incidencia en el proceso político del Uruguay se puede detectar todavía hoy. Aparte plantear este asunto a mis camaradas una vez más, como tema de reflexión, sirvan estas palabras como homenaje a tantos compañeros y colegas dispersos por el mundo con quienes –también entre nosotros- estuvimos forjando y seguiremos fortaleciendo la Unidad indispensable de los que trabajan.

    Con respecto a estas “décimas...”, por último, cabe anotar lo siguiente. De los cantores populares de mi generación yo tal vez debí ser el que “apagara la luz” [14]. Me exilié el 9 de febrero de 1976, exactamente a tres años de los mencionados comunicados 4 y 7. Durante casi quince años no salí del Uruguay sino excepcionalmente. Cuando, ya prohibido de hecho, acepté las ofertas reiteradas del mercado argentino, estas coplas fueron algo así como una “presentación”. Son del año 1973, pero recién aparecieron al año siguiente (decisión que tomó la empresa discográfica). También representaban algo así como una “advertencia” a mis nuevos propietarios editoriales. No me gustan. Fundamentalmente su gran defecto consiste en que fueron “escritas” (lucían bien en el papel) sin acudir a la música que debía transmitirlas. Y eso se nota. Pero la grabé nuevamente en México, casi tal como fueron entregadas al público argentino; sustituí dos versos en la segunda copla.


1980 “DESDE EL EXILIO”

    Mucho tiempo ha pasado desde 1974 hasta hoy. En este período se anotan sucesos de enorme importancia en la vida de nuestro país. Fui testigo presencial de algunos, hasta que abandoné el Uruguay, ya prohibido por decreto. Sobre los demás, las referencias que quedan aquí, son relevo de la abundante información que recibimos en el exilio. Hechos tan importantes como la prisión y el procesamiento del general Seregni, Sufriategui, Licandro y otros oficiales camaradas suyos, el apresamiento y reclusión inhumana, la tortura sistemática de otros numerosos líderes políticos y dirigentes obreros [15], la caída en desgracia del propio Bordaberry y la actual convergencia de nuevas fuerzas que apuntan al derrocamiento de la Dictadura Militar, la cual ya lleva cuatro años en el poder.

    Pero, ¿cuál ha sido mientras tanto el acontecer político en el nivel de las masas? ¿Cuál ha sido la suerte corrida por nuestros partidos políticos, el papel de nuestras organizaciones sindicales y populares, dentro y fuera del país? Sería imposible enumerar –incluso pasará mucho tiempo antes de que pueda hacerse una relación completa y fidedigna- los hechos heroicos de nuestro pueblo y nuestra clase obrera, en el seno mismo de un Estado Policial, donde bajo la apariencia de un músico, un basurero, un docente o un vendedor de hortalizas puede haber un delator a sueldo; imposible ponderar en cifras o anticipos la fuerza real de nuestra militancia “adentro” (sigue habiendo volanteadas, paros por fábrica, pintadas, reuniones mínimas en lugares cerrados; y no sólo frenteamplistas; la dictadura, como ya se dijo, sólo sobrevive a costa de un presupuesto gigantesco). Corresponde también consignar los numerosos contactos y acuerdos interpartidarios, más o menos tácticos o a largo plazo que se toman a diario en diferentes países por nuestros exiliados políticos. Existe asimismo una “corriente” de ida y vuelta establecida entre los militantes de “adentro” y de “afuera”, que opera como estímulo y revulsivo en la marcha hacia la liberación, a dos puntas.

    El Programa del Frente Amplio, parte de un análisis profundo de la realidad nacional, y como que no fue concebido para disputar unas elecciones, está plenamente vigente, hoy más que nunca. El futuro es nuestro y la hora de la conjunción se acerca por todos los caminos. El Uruguay, como Chile, como Argentina y Brasil y como todos nuestros pueblos americanos, será libre, y eso será “más temprano que tarde”. No tenemos la menor duda y por eso lucharemos hasta morir.

    En lo que me es propiamente personal, con motivo de este disco y para finalizar, he de decir que hasta la “destitución” del Presidente autogolpista (que resultó demasiado tímido para los mandos fascistas), mi vida profesional transcurrió entre Argentina, Perú y escasamente Brasil, con alguna esporádica salida a Venezuela y España (1975), donde ya se perfilaban las fuerzas democráticas del presente. Mi primer exilio tuvo lugar en la ciudad de Buenos Aires. Allí permanecí hasta septiembre de 1976. Desde entonces hasta abril de 1979, estuve exiliado en Madrid. Desde agosto de ese año, vivo en México.

    Para quien no lo sepa y cómo único comentario de este último tema del long-play: la palabra URUGUAY (el río que da nombre a nuestro país) quiere decir, en guaraní, “río de los pájaros pintados”.

    A todos los compañeros, fraternalmente.


Alfredo Zitarrosa.


Referencias:

  1. Se conoce como “Uruguay batllista” al Uruguay que transcurre bajo el gobierno de esa corriente mayoritaria del partido “colorado”.
  2. Las “Leyes Agrarias” de José Artigas, fundador de nuestra nacionalidad, datan del año 1815.
  3. La nueva introducción es de Carlos Díaz (“Caito”).
  4. Por cierto el “Plan nacional de Soluciones” de la CNT tenía (y tiene) un hondo contenido de clase. Más avanzado aún que el propio Programa del FA, lo mismo que éste, parte de un análisis serio y objetivo de las estructuras arcaicas de nuestra economía y no parte fue concebido para superar una situación transitoria.
  5. No sólo a nombre de la clase obrera, sino con el apoyo de jubilados, cooperativismo, educadores, profesionales, productores agrarios, etcétera, la CNT concurre este año a un llamado “Consejo Nacional de Acuerdo Nacional”, donde busca un entendimiento con la Cámara de Industrias, la Cámara de Comercio, la Federación Rural y la Asociación de Bancos. El propio gobierno abandonó le empresa.
  6. Candidato a la Presidencia de la República por el Partido Nacional (“blancos”) en 1971, Wilson Ferreira Aldunate representa la corriente mayoritaria de ese partido y presuntamente fue el ganador de las elecciones de ese año, en las que hubo “de todo”: urnas extraviadas o violadas, una puerta secreta por la que se podía acceder al lugar sellado donde se realizó el escrutinio, etcétera. En cambio no cabe duda (los resultados “oficiales” así lo confirmaron más tarde) de que fue el candidato más votado, en el marco de una Ley electoral concebida para la perpetuación institucional de sólo dos partidos (la "Ley de Lemas”).
  7. El boyero, el teru-tero y el hornero, son tres pajaritos del campo cuyos nidos se diferencian notablemente; el boyero cuelga su nido hecho de crin trenzada (generalmente de color negro) en ramas bajas, a orillas de ríos y arroyos, mientras el teru-tero esconde el suyo entre los pastos y el hornero construye una auténtica “casa” de barro, sólidamente afianzada con el mismo material en postes y cumbreras.
  8. Debemos señalar que hemos respetado la integridad del texto original, por lo que aclaramos que esa versión original (copiada de un disco) de la “Chamarrita de los milicos” ha debido sustituirse por impedimentos contractuales. En su lugar ofrecemos para esta edición, una versión única y completamente inédita (la tercera de las tres que menciona Zitarrosa), con ciertas modificaciones de letra sobre el final de la canción, que aluden a la dictadura militar que el Uruguay sufría en aquellos días. Fue grabada para Radio Educación de México, en julio de 1977. (Nota del Archivo Zitarrosa, 2004.)
  9. Encabezando una larga lista de muertos, estudiantes y obreros, que fueron asesinados en las calles de Montevideo, se anota el nombre inolvidable de Líber Arce, caído el 13 de agosto de 1968. La policía usaba armamento antipersonal del tipo utilizado en Vietnam.
  10. Carlos Reyles, intelectual “blanco” (1868-1938), heredero de inmensos campos y autor de una veintena de libros, propone estas ideas cuya reproducción textual fue tomada de un estudio sobre el “Batllismo” de Luis C. Benvenuto.
  11. Es de público conocimiento que el desmantelamiento de la guerrilla, tan rápido y espectacular como lo fue, no hubiera sido posible en tan corto tiempo sin la mediación de factores tales como la existencia de elementos de la CIA infiltrados desde mucho antes en la organización Tupamara, caso del comandante Amodio Pérez.
  12. La aparición en disco de “Adagio en mi país” fue anterior a la edición “Décimas de saludo al público argentino”. Pero en realidad, cronológicamente, debe ser ubicado antes de éste.
  13. Las comillas transcriben fragmentos del informe de Wilson Ferreira Aldunate a la subcomisión del senado norteamericano que estudió las violaciones a los Derechos Humanos en el Uruguay.
  14. En uno de los muros de la zona de embarque, en el aeropuerto nacional de Carrasco (Montevideo), en el año 76 todavía se podía leer, de puño y letra de algún “emigrante” con buen humor, una frase que a la sazón se había hecho popular en el país: “el último en salir que apague la luz”.
  15. Sería imposible enumerar aquí a los 7000 presos políticos uruguayos, a los cientos de torturados, a quienes han muerto en prisión por efecto de tales apremios, a los “secuestrados” o simplemente “desaparecidos”. Por tal razón omitidos todos los nombres, excepto los ya anotados del Gral. Líber Seregni, Licandro y el coronel Zufriategui, aunque no son propios camaradas de armas, ni son menos importantes los numerosos líderes políticos y dirigentes sindicales que han sido y son objeto de prisión y tortura.













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